En la sociedad actual hemos adoptado el término dieta como una obsesión constante por alcanzar el peso ideal.
Así, cada vez que el espejo, la báscula o nuestro entorno nos envían la señal de alarma entramos en un bucle de comienzos y abandonos.
Esto no nos lleva a ningún resultado prolongable y sostenible en el tiempo y daña nuestra autoestima, haciéndonos sentir que hemos fracasado.
En primer lugar, cometemos el error de fijar nuestro objetivo en un aparato y en un número.
Sin embargo, no prestamos atención al proceso y a tratar de mejorar. Sino que cuando la báscula nos da un resultado que no nos complace aparece la frustración y el abandono.
La mayoría de personas le da más importancia a lo superficial y lo estético, olvidando que el principal motivo para hacer cambios debe ser la salud.
Vivimos pensando en la famosa “operación bikini” de la que nos olvidamos cuando acaba el verano y empezamos a abrigarnos más.
Nos obsesionamos con poder lucirnos en ese evento tan importante que tenemos, pero después volvemos a padecer amnesia en el cuidado de nuestra salud.
Aunque éste no olvida y le cuesta recuperarse de tantos cambios y fluctuaciones, jugando con nuestra calidad de vida.
En este partido “estético” también juega un papel fundamental nuestra mente. En ella se disputan grandes encuentros de culpabilidad y vergüenza por excedernos en alguna comida. Y es entonces cuando empezamos a vernos como culpables en lugar de como víctimas.
Debemos huir de las dietas milagro. No debemos caer en el error de clasificar los alimentos en buenos, malos o prohibidos. Mucho menos entrar en la dinámica de pesar todo lo que comemos o intentar seguir de un modo estricto esa dieta de otra ocasión fallida.
En la mayoría de los casos esto termina asfixiándonos, nos aburre y acabamos tirando la toalla.
Algunos hechos y datos sobre las dietas
Es cierto que reducir el exceso de peso corporal ayuda a prevenir todo tipo de enfermedades.
Pero si quieres un buen consejo, no te peses con frecuencia y no te pongas expectativas demasiado altas. Recuerda que perdiendo un 10% del peso inicial en un año se considera un éxito, siempre que no lo recuperes.
Sin embargo, cuando nuestra atención se basa únicamente en un canon de belleza, es cuando optamos erróneamente por realizar uno de esos regímenes estrictos que nos hace tener una relación pésima con la comida.
Entramos en un círculo vicioso donde perdemos salud, no obtenemos los resultados que esperábamos, ni estos se mantienen en el tiempo. Pero sobre todo nos afecta emocionalmente al sentirnos fracasados.
Si todo esto te suena, está claro que necesitas romper con ese ciclo estéril de la “mentalidad dieta” y optar por un cambio en tu de estilo de vida.
Querer sentirnos bien, mejorar nuestra calidad y nuestra esperanza de vida; ese debería ser el motor de motivación inicial que perdure en el tiempo.
Mis conclusiones sobre las dietas
Una vez que tomamos la decisión de cambiar debemos tener presente que decidir es ser consciente de que tenemos que involucrarnos en este proyecto.
Por tanto, entender este proceso como un periodo de aprendizaje que no se construye de la noche a la mañana. Sino que supone una carrera de fondo y no una prueba de velocidad.